lunes, 25 de mayo de 2009

Inauguración


Asistieron invitados y amigos del escultor José Delarra y
de sus hijos y nietas.
El Semanario Opus Habana, del Centro Histórico de la Ciudad
reseñó: http://www.opushabana.cu/index.php?sem=1&option=com_content&task=view&id=1689&Itemid=44

jueves, 14 de mayo de 2009

Tres astillas de un mismo palo


Muchos son los motivos que inspiran a los hijos del maestro José Delarra a rendirle homenaje eterno, retribuido… Y esa gratitud no solamente la expresan por el ya grandioso hecho de haber contribuido a traerlos a este mundo, sino además por haber cultivado en ellos la pasión por el complejo universo de la creación, esa difícil y muchas veces incomprendida vocación a la que el Héroe del Trabajo de la República de Cuba dedicó prácticamente toda su prolífica existencia.

Leo e Isis, dos nombres ya distinguidos dentro del variopinto panorama de la pintura y la escultura contemporáneas, han unido —otra vez— algunas de sus realizaciones iconográficas para recordar al padre, al soberbio escultor y pintor, al artista de simbologías y contrastes, cuyo gran proyecto igualmente constituye incalculable lección para las nuevas generaciones, entre las que se encuentra, para mayor veneración de su memoria, su nieta Liliana, una chica que por azares de la vida ahora radica en España, más precisamente en la región La Rioja, desde donde ha convocado a sus tíos en la Isla para, con la obra de todos, organizar este homenaje concebido en ocasión del aniversario 71 del natalicio —y el sexto de la desaparición física—del querido progenitor, quien fue grande en sí mismo, en su modo de ser, de pensar y de actuar.

En esta muestra que bajo el sugerente título de Delarreando en tres tiempos tiene como escenario los salones de la Casa Simón Bolívar —insigne nombre que resume parte de la nobleza del ideario latinoamericanista de Delarra—, está la herencia más valiosa del emblemático artífice: su culto al arte, a la vida, al hombre… Aquí está su legado, proyectado mediante tres estilos diferentes, cada uno de ellos con particular solidez expresiva, pero todos portadores de una común similitud con la obra del precursor: la pasión por recrear y razonar en torno a la gran epopeya del hombre en su lucha por un mundo mejor y más justo.

Como en una danza de alegorías y añoranzas, se abrazan los cuatro: Liliana con sus sugestivos fantasmas —espectros de nostalgias y recuerdos— con los que establece lúdicos y filosóficos diálogos en los que no se oculta su lozana juventud; Isis, con el lírico renacer de sus “almas robadas”, cuadros de infinitos simbolismos y excitantes implicaciones personales, donde despliega libremente su extraordinaria y barroca imaginación metafórica; Leo; a través de sus figuraciones abstraccionistas y huracanadas —por estos tiempos más interesado por una extraña arqueología del presente, que no lo es tanto como del futuro— intentando atrapar la fugacidad del “instante que es ahora mismo, pero que ya se fue”; y por último, por ser el primero, Delarra, cuyo hábil dominio de las técnicas y los géneros le permitieron —como a pocos— adentrarse en los vericuetos de las elegancias de los rasgos de sus esculturas o en la precisión, fluidez y limpieza de sus pinturas y dibujos.

Y entre ese entretejido “Delarriano” o “Delarriante” también está presente el quehacer intelectual de Flor de Paz —su otra hija, la madre de Liliana—, una de las más activas promotoras de esta muestra, también heredera —no a través del pincel como sus hermanos o su hija, sino de la palabra escrita— del fecundo pensamiento de quien fue además un hombre con sorprendentes conocimientos y cultura, que prefería la lectura de las obras de Martí y de Cervantes y con quien siempre se aprendía “algo bueno”, al decir de quienes bien le conocieron. De ahí, también, su excepcional don para el magisterio con el que dio gloria a la prestigiosa Academia de Artes de San Alejandro, de la que fue profesor y director.

Aún recordamos aquella impresionante exposición inaugurada, con el título de Ramificaciones, por Isis y Leo y Liliana —con pinturas— y Flor —con textos bibliográficos—, poco después de la repentina muerte de Delarra, en el Centro de Investigaciones del Comercio Interior. Fue, entonces, una exhibición apresurada, como un necesario e inmediato desahogo ante el sufrimiento y el inmenso dolor interior por la pérdida irreparable del magnífico padre, del hombre gigante, del maestro…. Ahora, esta idea gestada por Liliana fue más pensada entre todos.

En la fuerza de los colores, en las variables y ricas tonalidades representativas del Caribe, distinguibles en todas estas creaciones, se aúnan cuatro grandes sentimientos humanos que en sí no son más que uno: el amor. Tal vez Delarreando en tres tiempos, fue una denominación caprichosamente seleccionada para hacer perdurable el criollísimo humor del artífice mayor, cuyo apellido —otra creación de su fértil imaginación— sus primogénitos convirtieron en cubanísimo y estrambótico gerundio.

En realidad, a buena hora, y también muy cerca del glorioso Día de los Padres, viene a cumplirse mediante esta exhibición —con la real dimensión que soñó— un anhelo de José Delarra, quien al inaugurar en San Antonio de los Baños, en julio del 2003, su última muestra personal expresó: “algún día haré una exposición con mis hijos y mi nieta. Y la titularemos Tres astillas del mismo palo”.

Aquí están, Delarreando, con orgullo de hijos, de aprendices satisfechos, de cubanos agradecidos por su legado al arte y la cultura cubanas, estas astillas, que le rinden honor con lo mejor de sus obras, eternamente asidas al majestuoso y encendido palo que les iluminó el camino…

Jorge Rivas Rodríguez