martes, 18 de octubre de 2011

La estatua de un gigante moral

Conmemoran 14 aniversario de la llegada de los restos del Che a Santa Clara



























Por Marelys Concepción Díaz y José Antonio Fulgueiras
De lejos o de cerca, la figura legendaria del Guerrillero Heroico, esculpida en bronce por los días y las noches de dos siglos aviva la imagen mítica de majestuosidad y misterio, que brota de los sitios sagrados por la divinidad de la historia, como las murallas incas del Machu Picchu en los Andes, en Perú, o la esfinge de las grandes pirámides de Gizéh, en Egipto.

El entorno se muestra sobrio y radiante a la vez, en una interpretación del arte y la naturaleza, de lo que fue en vida y gloria el Comandante de la boina y de la estrella.
Y es que Ernesto Che Guevara, aunque nunca se lo propuso y lo evitó a toda costa, lució grande y volcánico sobre todo lo que le rodeaba. Nadie sabe aún definir bien la razón de su encanto. Tal vez fuera por su caminar jadeante e indetenible por los vericuetos de la Sierra Maestra y la invasión de Orienta a Las Villas. Quién sabe si por su manera de surgir solitario de la escotilla de una tanqueta en plena Batalla de Santa Clara, o la hidalguía al desafiar una malaria en el Congo, o quebrar la vida sin sumisión en la Quebrada del Yuro, en Bolivia.
Dice Harry Villegas, su escota inseparable, que cuando entraron en Santa Clara en medio del fragor del combate, la gente abría las puertas y coreaba: «Che, Che» y luego le tendían la mano y conminaban, para protegerlo, a pasar al interior de sus viviendas.
Siempre trató de pasar inadvertido, pero jamás lo consiguió. Desde el momento que desembarcó en el Granma y se hizo firme en la montaña, los campesinos serranos comenzaron a hilvanarle una aureola de leyenda, salida de su condición de argentino dentro de una expedición de cubanos, del asmático que no claudicaba, del médico o del sacamuelas, y del primer comandante que Fidel graduó en la Sierra.
Por eso no se puede culpar a José Delarra de no conseguir el efecto de inadvertencia que proclamaba la Comisión Nacional de Monumentos (CODEMA). Para hacerlo menos gigante se desechó la idea de un inicio de colocar la estatua en la Loma del Capiro, y así evitar cualquier interpretación grandilocuente que pudiera contrastar con la sencillez de uno de los hombres más llanos y austeros que recuerde la historia.
Quizás la frase más profética la expresó el Comandante de la Revolución Juan Almeida en los momentos en que se edificaba la obra: «No se preocupen del tamaño que la hagan; la escultura del Che va a ser la escultura del universo».
Lo cierto es que con el devenir de lo años, se torna más impresionante la efigie del héroe, con sus botas y su traje de campaña, el fusil en una mano, el otro brazo vendado, y la mirada y los pasos hacia un rumbo de la América dormida por el hambre y la miseria.

Delarra, el artista...
José Delarra siempre había soñado con esculpir el monumento al Guerrillero Heroico. Por eso sintió un apretón en el pecho la mañana en que el comandante Víctor Bordón Machado le propuso la evangélica obra.
Entonces llegó a su recuerdo aquella carta, de 1967, que el le había enviado al comandante Juan Almeida diez días después de la caída del Che en Bolivia:
Dados los acontecimientos en que perdiera la vida el glorioso guerrillero Comandante Ernesto Che Guevara y como que los enemigos de la Revolución en América y el mundo intentaban enterrar y desaparecer, hundir en el mar profundo de los silencios su ejemplo de viril combatiente antimperialista, se hace necesario que nuevos hombres den un paso al frente. Aquí, compañero, está mi mano como escultor y como miliciano, dispuesto a empuñar el cincel y el fusil, dispuesto a plasmar en materia dura el ejemplo y la figura del héroe, dispuesto a vengar su muerte en el frente que sea necesario y en el momento que sea necesario. Estoy a disposición del Partido y el Gobierno Revolucionario. De usted atentamente, Patria o Muerte, José Delarra.
Aunque el artista ha esculpido múltiples obras en distintos puntos de la antigua provincia de Las Villas relacionados con el jefe guerrillero y su Columna 8 Ciro Redondo, el conjunto monumentario constituye su obra cumbre, su mayor satisfacción en el difícil arte escultórico.
Lo prueba en la modestia de sus palabras y en el regocijo que le brota del rostro en este mediodía soleado del 2002, en el que se dispone a revelar apuntes inéditos de la obra.
«Aleida me dio la camisa, el pantalón, el zambrán y la funda de la pistola. En Tropas Especiales hallamos un muchacho de cuerpo y estatura similar, y le pusimos la ropa original del Che. Buscamos un M-2 y una P-38, que al meterla en la funda del Che, cayó exactamente, así como una bayoneta y una granada, a la que le amarré un cordelito, pues siempre la tenía así. Encontramos una cantimplora y un par de botas iguales a las que usaban la gente de la Sierra.
Antes había hecho un trabajo de investigación histórica y contaba, además, con 200 fotos del Che. También tuve su mascarilla, que me dio un amigo. Este compañero ya murió y sería una indiscreción revelar su nombre, pues no lo podía hacer.
«Cuando hice la figura, estuvieron en el estudio la mayor parte de los miembros de la Columna 8. los últimos, Ramiro Valdés y Harry Villegas y Aleida March, quien fura su esposa y compañera de lucha.
«Todo lo hice bajo un rigor investigativo absoluto. La posición de la estatua del Che no obedece a una sola fotografía sino a muchas. Por ejemplo, tiene el brazo enyesado, pero no está metido dentro del cabestrillo. Eso demuestra el carácter del Che, que aun teniendo el cabestrillo, no lo usa. Lleva el fusil en la mano, no lo tiene al hombro ni apuntando. Es el guerrillero que está dispuesto a usarlo en cualquier momento. La ropa, ajada. En un bolsillo, el aparato para el asma y en el otro, los papeles. El brazo partido, no por habérselo fracturado en la batalla, sino porque el guerrillero lleva el hospital a cuestas. No es como los ejércitos castrenses. Aquí el herido tiene que seguir con su herida hacia delante. Va caminando en una dirección de 190 grados, que marca el Sur, y 10 grados al oeste que en esa dirección se encuentra Sudamérica. Va a su destino final».
Delarra arribó a Santa Clara con el proyecto de la escultura y la maqueta de todo lo que sería el complejo monumentario, con una visión plasmada de cada uno de los elementos que engranaría integralmente la sublime instalación.
«Tanto la maqueta como la escultura se modelaron en plastilina, se hicieron los moldes de yeso, y la escultura final se fundió en bronce. El monumento al Che posee una forma geométrica, con un gran relieve rectangular de 6 por 18 metros. Se observa la concepción áurea de la composición que inventaron los griegos. La forma de la base es un cubo rectángulo de tres por diez metros. Y el otro rectángulo –donde están el Che haciendo trabajo voluntario, los niños en la alfabetización y la carta que le deja a Fidel- posee seis por tres metros, y todo eso descansa en un rectángulo de 72 metros de largo, en el cual hay dos cubos de tres por tres metros. Todo este conjunto caracteriza la personalidad del Che: sólida, sencilla y muy definida».
Dice que él representó la figura del Che más allá de la propia escultura. El Guerrillero está simbolizado en los árboles, las palmas y los olivos que conforman el entorno, y en las recogidas de tornillos, planchas, tubos y piezas que hicieron los santaclareños en más de 500 mil horas de trabajo voluntario.
Concibió, asimismo, la escalinata para las actividades políticas y culturales. Esta forma escalonada permitió que hubiera espacio para Museo, y salones de Protocolo y Documentación, que ahora están en un edificio aledaño.
«En aquel momento –enfatiza- no pensé que pudieran aparecer los restos del Che, pero en realidad, el espacio existió. Un área de 900 m2, donde hoy descansan sus restos junto a los de sus compañeros caídos en Bolivia».

El día en que fueron a izar la estatua, Delarra subió solitario por un andamio trasero y se colocó encima del pedestal de 16 metros, tapizado con piedras de Jaimanitas y mármol verde. Desde allí comenzó a orientar al grueso mientras la mole de bronce le venía encima.
Muchos pensaron que se había vuelto loco, que el escultor iba a ser aplastado por su propia escultura. « ¡Bájese maestro!», le gritaban, mas él cerraba los oídos y abría más los ojos. En su mente bullía esta determinación: «Si se cae, me caigo con ella. Los artistas somos como los capitanes de barcos. Morimos o vivimos con nuestra obra».
El embrujo de la Plaza
Desde lo alto de la ciudad, con el mundo atrapado en su pupila y la fragancia del monte en el uniforme, el Che insta a continuar la lucha. Por eso el artista lo hizo acompañar de 144 figuras, que –en un mural a relieve y en expresión de movimiento- destacan a quienes combatieron junto a él en la Sierra y en el llano.
También le imprimen sobriedad y fortaleza al conjunto monumentario tres jardineras de ofrendas permanentes: una de ellas, con el texto íntegro de su carta a Fidel, y en las otras, se muestra al Guerrillero en el trabajo voluntario y la participación de la juventud en la obra de la Revolución.
Late la historia al paso indetenible de las columnas invasoras Ciro Redondo y Antonio Maceo. Basta escudriñar cada trazo del creador sobre la cubierta de mármol para percibir la huella de aquellos hombres desde Oriente hasta Las Villas, que aún conserva las últimas imágenes del combate en franco desafió al enemigo y a las adversidades. Camilo luce corajudo y sonriente; el Che, con su mirada tierna y enérgica, observa con gaucha admiración al hermano.
El Museo atesora sus más íntimas pertenencias. Allí está su abrigo, el de la famosa foto de Korda que ha recorrido el mundo. Se preservan múltiples etapas de su vida, que permiten desentrañar los valores de su extraordinaria personalidad a través de imágenes, fotografías, planos, documentos y objetos, ordenados, desde su niñez hasta el último disparo. Permanecen también los binoculares que utilizó en el Congo y el plato de campaña donde ingería la magra ración en Bolivia.
Un espacio pequeño y cerrado custodia los restos del Che y sus compañeros caídos en tierras bolivianas, desde el retorno del jefe de la guerrilla junto al primer grupo de su Destacamento de Refuerzo, como lo llamó Fidel aquel histórico 17 de octubre de 1997. El entorno puede evocar la selva, una cueva o un alto en el camino. Los arquitectos villaclareños Blanca Hernández y Jorge Cao asumieron el diseño del memorial; cambiaron la concepción de los espacios ya existentes en el edificio. Delarra realizó los 38 rostros de los héroes que están en las tapas de los nichos, así como los osarios de los 30 que ya se encuentran dentro de estos.
¿Cómo colocar los restos? Después de pensar y repensar la idea, Blanca y Cao decidieron no jerarquizar a ningún combatiente. Por eso usaron los mismo elementos, las mismas dimensiones; solo el Che – al centro, en la vanguardia- sobresale un tanto en volumen para destacar su dimensión de jefe, instando a que lo sigan los demás. Evitaron sobredimensionar su imagen, pues él nunca lo hubiera aceptado; sombra e iluminación tangencial conforman una estrella, símbolo e identificación de su grado militar.
A la distancia de 14 años, más de un millón de visitantes de distintas razas, credos y sexos han desfilado por este lugar sagrado; Francia, Alemania, Italia y España, con cuantías entre 20 mil y 70 mil turistas, ostentan las mayores cifras de arribantes a este recinto, que trasmite una sensación de infinitud, de eternidad.
Unos se persignan, otros adoptan posición de firme, en saludo al Jefe, al camarada. Las madres llevan a sus hijos para purificarlos y curarlos de la pandemia neoliberal y deshumanizante que intenta contaminar a la Tierra.
Este es el templo de la humanidad, el decoro y la dignidad.
La llama del fondo sigue eterna, y aún parece estar Fidel prendiendo la luz. Perduran un tramo de selva inexplorado y la mayor parte del universo por conquistar. El Che no se ha quitado e traje de campaña, y sus pasos, como a inicio, van en busca de la equidad, la razón y la justicia.
(Periódico Vanguardia, http://vanguardia.co.cu/index.php?tpl=design/secciones/lectura/portada.tpl.html&newsid_obj_id=25051)




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jueves, 25 de agosto de 2011

De la prensa...







http://www.cubadebate.cu/noticias/2011/08/26/recordando-a-delarra/




http://www.trabajadores.cu/news/2011/08/26/estetica-de-la-vida
















http://www.auto-hermes-sxxi.net/index.html

           

8vo Aniversario de la desaparición física del destacado Escultor José Delarra

José Delarra (1938- 2003)
Un día como hoy , 26 de agosto, un inesperado suceso puso fin a la vida de uno de los creadores plásticos más representativos de la cultura cubana. Ese día murió José Ramón de Lázaro Bencomo, más conocido por su nombre artístico de José Delarra. El artista cultivó la escultura, la pintura, el dibujo, la cerámica y otras posibilidades expresivas de las artes plásticas. Cursó estudios en la Academia de Bellas Artes San Alejandro, donde también fue director. Amplió estudios en Madrid y París y enriqueció su acervo en las fuentes del arte clásico en Florencia e Italia. En todo su haber profesional realizó 272 exposiciones, entre colectivas y personales. Dejó 125 obras monumentales y de mediano y gran formato en Cuba, México, España, Japón, Angola y Uruguay. En 54 años de trabajo continuado  recibió más de un centenar de premios y distinciones. Fue miembro fundador de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y miembro de la Asociación Internacional de Artes Plásticas.
Entre sus obras escultóricas más importantes se cuentan: Monumento al Che en la Ciudad de Santa Clara; monumento Plaza de la Patria, Bayamo; monumento a la historia de México, en la ciudad yucateca de Cancún y monumento a las víctimas de Hiroshima y Nagasaki.
Su obra pictórica se distingue por la presencia de un fuerte simbolismo y colorido, donde se mezclan los temas patrióticos con la presencia de la mujer, los caballos y los gallos, que utiliza como elementos distintivos de la cubanía presente en toda su obra, con lenguaje- discurso expresivo que goza del manejo  en el volumen, textura, la luz más brillante y transparente de su cálida paleta cromática mostrada en cada obra que ejecutó con tanta maestría.  

Mil y un homenajes a Delarra

Por Liliana Lima


Conocí a José Delarra como artista justo cuando él trabajaba en esa magnífica plaza del Ché, en Santa Clara. Yo tenía exactamente 5 años y la enorme suerte de ser su nieta. Admirar su obra desde una perspectiva más cercana me permitió comenzar a pretender convertirme en artista. A él debo  mis pinceles siempre limpios y mis materiales organizados y agradezco el tiempo que me regaló  explicándome técnicas del grabado, del dibujo y la pintura;  y ese libro suyo, Panorama de las Artes Plásticas Contemporáneas que nunca llegué a devolverle. Recuerdo el día que me lo prestó; yo comenzaba a estudiar en San Alejandro, tras miles de esfuerzos propios por pasar el difícil examen de acceso a esa academia de artes plásticas cubanas. Mi abuelo se emocionó con la victoria y estuvo varias horas explicándome cómo hacer reservados y monotipias en su taller.
Yo, atenta a sus consejos y enseñanzas, aprendí a usar un pincel para cada color y mantener así el color limpio. Aquel día, dibujamos y pintamos juntos sobre un lienzo montado por él que sacó para la ocasión. Viví y disfruté ese momento como si supiera que lo guardaría en mi memoria para toda la vida como un instante especial.
Un tiempo después volví a la Plaza del Ché, fue realmente emocionante verla terminada, aún desde lejos se veía el Ché. En su postura, parecía que aún estaba defendiendo a Santa Clara. Habían pasado muchos años desde mi primera visita a esa ciudad y el monumento se había engrandecido con la llegada de los restos del héroe.
Para ese acontecimiento mi abuelo realizó un gran número de relieves que hoy identifican a cada uno de los nichos de los restos de los guerrilleros que se encuentran allí. Al salir del Monumento tuve, una vez más esa sensación de orgullo y respeto que me ponía los pelos de punta, estaba ante la obra más grande de un maravilloso artista y yo tenía la suerte de ser su nieta.
  Es por esa semilla de amor y arte que él plantó en mí, y por el gran artista que fue, que homenajeamos permanentemente a su obra, y parte de ese fin este sencillo blog que alimentamos toda su familia y otros que también tuvieron el privilegio de compartir con él y conocer su obra.
Fomentar el conocimiento de su pintura, su escultura, sus grabados y sus monumentos, es una de los objetivos que más nos impulsa a la realización de diversas actividades, como lo fueron El Zapatazo de Delarra y Delarreando en tres tiempos.
Y me acuerdo al escribir estas líneas del prólogo de un libro de la escritora cubana Excilia Saldaña, La noche, que de pequeña mi madre tanto me leía, y me veo proyectada en ella cuando dedica su obra a la noche y a su abuela. Sea esta la primera página de miles que dedique al arte y a mi abuelo. 

Delarra, más allá del arte

Por Nelia Duménigo

Vancouver, agosto de 2011. Tuve el privilegio de ser una persona cercana a José Delarra, sobre todo , en los últimos años del siglo XX.Ya lo conocía por su obra escultórica, por sus piezas monumentales esparcidas en toda Cuba y porque le entregué un premio que la casa editorial en la que yo laboraba otorga a personas y artistas de mérito. Considero que fue un hombre tímido; para muchos difícil, pero detrás de todo ese esfuerzo por esconder su verdadero yo, había una naturaleza esplendida, humilde y llena de nobleza. Había un ser humano como pocos he conocido. En una ocasión, al llegar a su estudio, dibujaba los precios y mercancías que ofrecía una tiendecita de víveres en plena  Habana Vieja, y lo hacía con la misma delectación y pasión que ponía  en sus aguadas transparentes o en sus mejores óleos. Su pasión por ayudar a los humildes fue muchas veces confundida con un espíritu sectario o demagogo. Nada más lejos de este artista incansable, que fue, además, un educador nato.
Muchos desconocen que el monumento dedicado a los caídos en  Nagasaki, es de José Delarra y fue algo que obtuvo por concurso. Tampoco del que dedico a la cultura maya en México ni de sus obras en Galicia, en África y América del Sur. Mucho menos de sus pinturas esparcidas por el mundo, sobre todo las series Caballos, Gallos y Habaneras de los años noventa y dos mil...Más de diez años del siglo XX  y XXI que trabajo la pintura con denuedo.
Delarra fue de los hombres que se creen caballeros al estilo quijotesco, pues vivió esta fantasía con la presunción de parecer o querer parecer un Sancho más. O fue un Sancho quijotizado. Tal vez, hasta en lo personal sufrió los delirios de las dulcineas y dejo el mundo sufriendo por sus sueños inconclusos , aunque intuyo una muerte temprana / El lo decreto y sucedió .
Me concedo el privilegio de llamarlo *obrajero*, palabra que encontramos juntos, cuando en una cena, leíamos cuentos mexicanos. Eso fue, un artista inagotable, con un fuego interior inextinguible, un obrajero de marca mayor que inundo la patria con su obra, un amigo fiel, un poeta de la imagen y un hombre bueno. Te saludo, a pocos días de conmemorar los ocho años de tu viaje final...Te rindo homenaje, ahora y siempre, en el eterno andar, por los caminos.

viernes, 12 de agosto de 2011

Bolívar, a caballo con el Sol

Exhiben 23 obras del maestro Delarra, recientemente descubiertas
10:55 Jorge Rivas Rodríguez / 25-07-2011
Periodico Trabajadores

Por Jorge Rivas
Con la apertura de una exposición con 23 piezas inéditas del connotado maestro de la plástica José Delarra (José Ramón De Lázaro Bencomo, San Antonio de los Baños, 26 de abril de 1938-La Habana, 26 de agosto de 2003), la Casa Simón Bolívar, en La Habana Vieja, se unió a las celebraciones en la Isla, este 24 de julio*, por el aniversario 228 del nacimiento del Libertador de América (1783), y el 188 de la Batalla Naval del Lago de Maracaibo, que selló finalmente la independencia de Venezuela (1823).

La exhibición del pliego de dibujos (tintas sobre cartulinas de pequeños formatos) recientemente encontrados por sus hijos —también creadores— en el estudio del artífice, acreedor de la condición de Héroe Nacional del Trabajo, igualmente viene a evocar; bajo el título de Bolívar, a caballo con el Sol; el décimo aniversario de la fundación de la Casa Simón Bolívar, mansión de estilo colonial que atesora infinidad de obras representativas de las artes visuales del hermano país, entre ellas piezas realizadas por los 16 premios nacionales de las artes plásticas.

Allí, ante una multitud de cubanos y venezolanos, previamente se exhibió el documental histórico Batalla del Lago, a través del cual se sintetizan relevantes acontecimientos relacionados con la batalla naval del Lago de Maracaibo, que enfrentó a las escuadras del Almirante José Prudencio Padilla y las del Comandante español Laborde, quien tras un intenso combate y ante el ímpetu y valentía de los patriotas criollos, tuvo que capitular y emprender la retirada.

Orlando Ruiz, colega y biógrafo de Delarra, en las palabras al catálogo dijo que: “en Delarra, Bolívar está vivo, porque la muerte no se ajusta a su concepto de la estética, ni de la vida. De ahí que en cada una de estas gallardas y emblemáticas figuraciones haya una semántica alegórica; el artista adjudicaba esencial fuerza al color, rico en tonalidades representativas del trópico, del Caribe, del que dijo una vez que era el color mismo de la vida”.

Se trata de un conjunto de cartulinas en las que el creador corrobora su personalísimo sello. Entretejido de figuraciones y abstracciones —sobre todo en el uso de los colores y las manchas— en el que sobresalen tres características esenciales: auténtico sentido de nacionalidad; identificación de valores alegóricos a la cultura cubana; y la representación sublime de la idiosincrasia caribeña. En los “nuevos” trabajos de Delarra, descubiertos “a tiempo” —casi ocho años después de su repentina muerte— para estas celebraciones se distinguen el ingenioso oficio y la maestría del dibujante, quien vuelve con sus alegorías históricas a ganar la atención de los espectadores.

En estos cuadros que ahora ocupan el segundo piso de la Casa Bolívar —a tiempo aún de salvarse tras una necesaria reparación casi capital—, sobresalen las probadas —y poco reconocidas— cualidades artísticas del exigente estudioso de las fisionomías (tanto humanas como animales, especialmente de los gallos y caballos), del cuidadoso y certero manipulador de las formas, las líneas y los volúmenes; admirables dotes de estas obras que también trascienden por la gracia y la soltura de los trazos libres y voluntariosos, y por el ritmo encantador que se establece entre las figuraciones y las abstracciones, y el tránsito o fusión entre ellas.

El prócer, en las más disímiles representaciones humanas: apasionadas, posadas, amorosas, y bravías o gallardas, o cual valiente jinete en su heroico peregrinaje por la independencia de cinco países latinoamericanos, es recreado por la plumilla y el pincel del artista, en imágenes eminentemente figurativas que se extienden sobre fondos trabajados con un sentido abstraccionista, para crear distintas narraciones —algunas de ellas épicas—que evocan la magnitud y rebeldía de aquel grande de América.

En estas iconografías se confirma la absoluta libertad creadora del maestro, quien hizo con su obra lo que quiso hacer, ajeno a corrientes o tendenciosos criterios del arte “de moda”. Como en el resto de sus figuraciones abstraccionistas, establece en esta serie una suerte de juego con la psiquis del espectador; para lo cual antepone las emociones y los sentimientos sobre las formas, las líneas, las manchas… provocando un emotivo impacto visual.

En tales intenciones, evidentemente expresionistas, influyeron sus ejercicios como copista en el Museo del Prado, de Madrid, lo cual contribuyó a moldear el indiscutible estilo del maestro. Las piezas integradas a la serie Bolívar, a caballo con el Sol constituyen, en última instancia, vigorosos estudios del gesto, en proposiciones plásticas fluidas y líricas; construidas mediante un discurso del que también emana una extraña musicalidad que armoniza nuestras sensaciones.

En la ceremonia de apertura participaron el encargado de negocios de la Embajada de la República Bolivariana de Venezuela en Cuba, José Capella, oficiales de la Armada Venezolana, familiares de Delarra, periodistas, participantes en el Primer Taller de la Unión Latinoamericana de agencias de noticias, que sesiona en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí, y Lesbia Méndez, directora de la Casa Simón Bolívar.

* El 24 de julio también es el día de la Armada Venezolana y de la Armada Colombiana.

(Tomado de la Edición impresa, página 11)


jueves, 11 de agosto de 2011

De América soy hijo


Amplia muestra de obras realizadas por José Delarra son exhibidas por primera vez en el 228 Cumpleaños del Libertador de América y la celebración de décimo octavo aniversario de la Casa Simón Bolívar, desde el 24 de julio de 2011


Por Orlando Ruiz
La Casa Simón Bolívar acoge con regocijo imágenes singulares del Libertador en una serie pictórica hasta hoy desconocida. Entre el movimiento y la fuerza presentes en cada una de estas piezas el prócer se nos revela a través de una desprejuiciada interpretación, que no impide redescubrir su hombrada y ternura a través de colores y transparencias.

Como si habitara en el rejuego enmarañado de la tinta sobre la virginidad de la cartulina, Bolívar está escudriñándonos en estas obras hasta ahora no conocidas de José Delarra, el escultor patriota que pintaba también la historia y los héroes.

En su afán de descubridor y comprometido él mismo con cada hazaña que esculpía o atrapaba en el lienzo, el artista hurga en dimensiones diversas e imaginadas del insigne latinoamericano, que vivió –según José Martí- como entre llamas y como una llama él mismo.

Son 23 pinturas de mediano formato en que la imagen del Libertador es otra y la misma en su hondura de alumbramiento y desafío. Lo encontramos en ellas jinete sobre el fuego y las cumbres, genio meditabundo, hombre amoroso, ser humano de ímpetu de acero en el rostro y la mirada.

En Delarra, Bolívar está vivo, porque la muerte no se ajusta a su concepto de la estética, ni de la vida. De ahí que en cada una en estas gallardas y emblemáticas figuraciones haya una semántica alegórica; el artista adjudicaba esencial fuerza al color, rico en tonalidades representativas del Trópico, del Caribe, del que dijo una vez que era el color mismo de la vida.

Estamos ante la presencia de obras reveladoras de un expresionismo figurativo en que la carga de poesía y dramatismo atrapados en cada trazo descubren la pasión del hombre comprometido y la desenvoltura del artista que no temió al atrevimiento.



miércoles, 6 de julio de 2011

Evocan Bicentenario del Acta de la Declaración de Independencia de Venezuela


Por Teresa de Jesús Torres Espinosa
Grabado de la firma del Acta de Independencia de Venezuela, el 5 de julio de 1811
Con la colocación de una ofrenda floral ante la escultura ecuestre del Libertador de América, ubicada en la Avenida de los Presidentes (Calle G) en El Vedado, la Casa Museo Simón Bolívar, situada en el entorno más antiguo de la ciudad, comenzó un programa por sus 18 años de fundada, que este martes evocó el Bicentenario de la firma del Acta de la Declaración de Independencia de Venezuela, el 5 de julio de 1811.
Un concierto especial a cargo de la Camerata Romeo en la Basílica Menor del Convento de San Francisco de Asís celebró asimismo la rúbrica del memorable documento, en el cual representantes de siete de las diez provincias pertenecientes a la Capitanía General de ese país en Sudamérica declararon su independencia de la Corona española. Para este miércoles a las diez de la mañana está anunciada, en el Colegio San Gerónimo de La Habana, una conferencia del Dr. Eusebio Leal Spengler, Historiador de la Ciudad, sobre la trascendencia del llamado de independencia absoluta realizado por los venezolanos hace doscientos años.
Casa Museo Simón Bolívar
Como parte de las celebraciones por el nacimiento de la institución patrimonial, el próximo 22 de julio (10:30 a.m.) se presentará el libro Capitanía General de Cuba. Guerras de Independencia de Hispanoamérica 1800 –1830, de Roberto A. Hernández, especialista del Instituto de Historia de Cuba. El 24 (11:00 a.m.), cuando coincidirán el natalicio de Simón Bolívar (1783 –1830) y el nacimiento de la casa dedicada a perpetuar su memoria en La Habana Vieja, se depositarán flores al pie de la estatua del prócer en el parque de Mercaderes y Obra Pía y quedará abierta la exposición de dibujos Bolívar en la obra de José Delarra.
Con sede en un antiguo palacio doméstico construido entre 1806 y 1817, la Casa Museo Simón Bolívar desarrolla un programa sociocultural, que promueve en la comunidad y en sus visitantes el estudio y la difusión del pensamiento bolivarianos, y la vida y la obra del insigne patriota de la independencia americana, así como la promoción de la cultura latinoamericana. Posee diversas salas de exposición permanente que recorren la historia de Venezuela y la de sus principales figuras independentistas. La biblioteca Simón Rodríguez, Maestro de Bolívar, atesora en sus fondos importantes colecciones de libros y documentos latinoamericanos.

Publicada: 05/07/2011
Dirección de Patrimonio Cultural 
Para ver la noticia en la fuente original click sobre este texto

martes, 26 de abril de 2011

Dinosaurios efímeros

(Un texto de José Delarra, en homenaje a su 73 aniversario)











José Delarra con el modelador de los reptiles prehistóricos


Se dice que todos los niños dibujan, pero no es verdad absoluta. David, un niño de seis años, es uno de esos que no quiere dibujar. Su afición es la plastilina y va con su papá por todos lados con una bola plástica. Planta en cualquier lugar; en un parque, en una visita, en una reunión de adultos, ante la televisión; no importa dónde; estira su bola de plastilina y allí aparece un dinosaurio de su invención, fantástico.
Luego, termina la visita y David aplasta al dinosaurio. Guarda la plastilina, da besos y se va a crear otro de sus reptiles prehistótricos, nuevo y distinto, que correrá la misma suerte que los anteriores.
En el mundo moderno de las artes plásticas se practica el llamado arte efímero. David no sabe nada de esa teoría, pero la práctica o la inventa genialmente ¿Será un problema genético? No es casualidad, es nieto de un escultor.
(Año 2002, programa radial Así).

lunes, 21 de febrero de 2011

Charla sobre la obra de Delarra

El próximo miercoles 23 de Febrero podreis asistir a las 18:00 horas a la charla sobre José Delarra que impartirán los periodistas Flor de Paz de Lázaro ( vicepresidenta de la Asociación Delarrarte) y Orlando Ruiz (Miembro de honor de la Asociación Delarrarte) que tendrá lugar en el Ateneo Riojano.



Delarra, escultor entre el viento y la luz




José Delarra es uno de los más sobresalientes artistas plásticos cubanos de la segunda mitad del siglo XX. Su obra es aportadora de novedosas formas, evidenciadas en una escultura de gran formato en la que la rusticidad del trazo incorpora a la obra sencillez y magnificencia a la vez.


En su pintura habita el estallido multicolor del trópico. Con delicada sensualidad invaden sus lienzos gallos, caballos y mujeres envueltos por llamaradas de luz.


Delarra fue el escultor de las plazas. Los grandes espacios abiertos fueron el escenario primordial de su quehacer artístico y la historia de su pueblo la mayor inspiración.