jueves, 25 de agosto de 2011

De la prensa...







http://www.cubadebate.cu/noticias/2011/08/26/recordando-a-delarra/




http://www.trabajadores.cu/news/2011/08/26/estetica-de-la-vida
















http://www.auto-hermes-sxxi.net/index.html

           

8vo Aniversario de la desaparición física del destacado Escultor José Delarra

José Delarra (1938- 2003)
Un día como hoy , 26 de agosto, un inesperado suceso puso fin a la vida de uno de los creadores plásticos más representativos de la cultura cubana. Ese día murió José Ramón de Lázaro Bencomo, más conocido por su nombre artístico de José Delarra. El artista cultivó la escultura, la pintura, el dibujo, la cerámica y otras posibilidades expresivas de las artes plásticas. Cursó estudios en la Academia de Bellas Artes San Alejandro, donde también fue director. Amplió estudios en Madrid y París y enriqueció su acervo en las fuentes del arte clásico en Florencia e Italia. En todo su haber profesional realizó 272 exposiciones, entre colectivas y personales. Dejó 125 obras monumentales y de mediano y gran formato en Cuba, México, España, Japón, Angola y Uruguay. En 54 años de trabajo continuado  recibió más de un centenar de premios y distinciones. Fue miembro fundador de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y miembro de la Asociación Internacional de Artes Plásticas.
Entre sus obras escultóricas más importantes se cuentan: Monumento al Che en la Ciudad de Santa Clara; monumento Plaza de la Patria, Bayamo; monumento a la historia de México, en la ciudad yucateca de Cancún y monumento a las víctimas de Hiroshima y Nagasaki.
Su obra pictórica se distingue por la presencia de un fuerte simbolismo y colorido, donde se mezclan los temas patrióticos con la presencia de la mujer, los caballos y los gallos, que utiliza como elementos distintivos de la cubanía presente en toda su obra, con lenguaje- discurso expresivo que goza del manejo  en el volumen, textura, la luz más brillante y transparente de su cálida paleta cromática mostrada en cada obra que ejecutó con tanta maestría.  

Mil y un homenajes a Delarra

Por Liliana Lima


Conocí a José Delarra como artista justo cuando él trabajaba en esa magnífica plaza del Ché, en Santa Clara. Yo tenía exactamente 5 años y la enorme suerte de ser su nieta. Admirar su obra desde una perspectiva más cercana me permitió comenzar a pretender convertirme en artista. A él debo  mis pinceles siempre limpios y mis materiales organizados y agradezco el tiempo que me regaló  explicándome técnicas del grabado, del dibujo y la pintura;  y ese libro suyo, Panorama de las Artes Plásticas Contemporáneas que nunca llegué a devolverle. Recuerdo el día que me lo prestó; yo comenzaba a estudiar en San Alejandro, tras miles de esfuerzos propios por pasar el difícil examen de acceso a esa academia de artes plásticas cubanas. Mi abuelo se emocionó con la victoria y estuvo varias horas explicándome cómo hacer reservados y monotipias en su taller.
Yo, atenta a sus consejos y enseñanzas, aprendí a usar un pincel para cada color y mantener así el color limpio. Aquel día, dibujamos y pintamos juntos sobre un lienzo montado por él que sacó para la ocasión. Viví y disfruté ese momento como si supiera que lo guardaría en mi memoria para toda la vida como un instante especial.
Un tiempo después volví a la Plaza del Ché, fue realmente emocionante verla terminada, aún desde lejos se veía el Ché. En su postura, parecía que aún estaba defendiendo a Santa Clara. Habían pasado muchos años desde mi primera visita a esa ciudad y el monumento se había engrandecido con la llegada de los restos del héroe.
Para ese acontecimiento mi abuelo realizó un gran número de relieves que hoy identifican a cada uno de los nichos de los restos de los guerrilleros que se encuentran allí. Al salir del Monumento tuve, una vez más esa sensación de orgullo y respeto que me ponía los pelos de punta, estaba ante la obra más grande de un maravilloso artista y yo tenía la suerte de ser su nieta.
  Es por esa semilla de amor y arte que él plantó en mí, y por el gran artista que fue, que homenajeamos permanentemente a su obra, y parte de ese fin este sencillo blog que alimentamos toda su familia y otros que también tuvieron el privilegio de compartir con él y conocer su obra.
Fomentar el conocimiento de su pintura, su escultura, sus grabados y sus monumentos, es una de los objetivos que más nos impulsa a la realización de diversas actividades, como lo fueron El Zapatazo de Delarra y Delarreando en tres tiempos.
Y me acuerdo al escribir estas líneas del prólogo de un libro de la escritora cubana Excilia Saldaña, La noche, que de pequeña mi madre tanto me leía, y me veo proyectada en ella cuando dedica su obra a la noche y a su abuela. Sea esta la primera página de miles que dedique al arte y a mi abuelo. 

Delarra, más allá del arte

Por Nelia Duménigo

Vancouver, agosto de 2011. Tuve el privilegio de ser una persona cercana a José Delarra, sobre todo , en los últimos años del siglo XX.Ya lo conocía por su obra escultórica, por sus piezas monumentales esparcidas en toda Cuba y porque le entregué un premio que la casa editorial en la que yo laboraba otorga a personas y artistas de mérito. Considero que fue un hombre tímido; para muchos difícil, pero detrás de todo ese esfuerzo por esconder su verdadero yo, había una naturaleza esplendida, humilde y llena de nobleza. Había un ser humano como pocos he conocido. En una ocasión, al llegar a su estudio, dibujaba los precios y mercancías que ofrecía una tiendecita de víveres en plena  Habana Vieja, y lo hacía con la misma delectación y pasión que ponía  en sus aguadas transparentes o en sus mejores óleos. Su pasión por ayudar a los humildes fue muchas veces confundida con un espíritu sectario o demagogo. Nada más lejos de este artista incansable, que fue, además, un educador nato.
Muchos desconocen que el monumento dedicado a los caídos en  Nagasaki, es de José Delarra y fue algo que obtuvo por concurso. Tampoco del que dedico a la cultura maya en México ni de sus obras en Galicia, en África y América del Sur. Mucho menos de sus pinturas esparcidas por el mundo, sobre todo las series Caballos, Gallos y Habaneras de los años noventa y dos mil...Más de diez años del siglo XX  y XXI que trabajo la pintura con denuedo.
Delarra fue de los hombres que se creen caballeros al estilo quijotesco, pues vivió esta fantasía con la presunción de parecer o querer parecer un Sancho más. O fue un Sancho quijotizado. Tal vez, hasta en lo personal sufrió los delirios de las dulcineas y dejo el mundo sufriendo por sus sueños inconclusos , aunque intuyo una muerte temprana / El lo decreto y sucedió .
Me concedo el privilegio de llamarlo *obrajero*, palabra que encontramos juntos, cuando en una cena, leíamos cuentos mexicanos. Eso fue, un artista inagotable, con un fuego interior inextinguible, un obrajero de marca mayor que inundo la patria con su obra, un amigo fiel, un poeta de la imagen y un hombre bueno. Te saludo, a pocos días de conmemorar los ocho años de tu viaje final...Te rindo homenaje, ahora y siempre, en el eterno andar, por los caminos.

viernes, 12 de agosto de 2011

Bolívar, a caballo con el Sol

Exhiben 23 obras del maestro Delarra, recientemente descubiertas
10:55 Jorge Rivas Rodríguez / 25-07-2011
Periodico Trabajadores

Por Jorge Rivas
Con la apertura de una exposición con 23 piezas inéditas del connotado maestro de la plástica José Delarra (José Ramón De Lázaro Bencomo, San Antonio de los Baños, 26 de abril de 1938-La Habana, 26 de agosto de 2003), la Casa Simón Bolívar, en La Habana Vieja, se unió a las celebraciones en la Isla, este 24 de julio*, por el aniversario 228 del nacimiento del Libertador de América (1783), y el 188 de la Batalla Naval del Lago de Maracaibo, que selló finalmente la independencia de Venezuela (1823).

La exhibición del pliego de dibujos (tintas sobre cartulinas de pequeños formatos) recientemente encontrados por sus hijos —también creadores— en el estudio del artífice, acreedor de la condición de Héroe Nacional del Trabajo, igualmente viene a evocar; bajo el título de Bolívar, a caballo con el Sol; el décimo aniversario de la fundación de la Casa Simón Bolívar, mansión de estilo colonial que atesora infinidad de obras representativas de las artes visuales del hermano país, entre ellas piezas realizadas por los 16 premios nacionales de las artes plásticas.

Allí, ante una multitud de cubanos y venezolanos, previamente se exhibió el documental histórico Batalla del Lago, a través del cual se sintetizan relevantes acontecimientos relacionados con la batalla naval del Lago de Maracaibo, que enfrentó a las escuadras del Almirante José Prudencio Padilla y las del Comandante español Laborde, quien tras un intenso combate y ante el ímpetu y valentía de los patriotas criollos, tuvo que capitular y emprender la retirada.

Orlando Ruiz, colega y biógrafo de Delarra, en las palabras al catálogo dijo que: “en Delarra, Bolívar está vivo, porque la muerte no se ajusta a su concepto de la estética, ni de la vida. De ahí que en cada una de estas gallardas y emblemáticas figuraciones haya una semántica alegórica; el artista adjudicaba esencial fuerza al color, rico en tonalidades representativas del trópico, del Caribe, del que dijo una vez que era el color mismo de la vida”.

Se trata de un conjunto de cartulinas en las que el creador corrobora su personalísimo sello. Entretejido de figuraciones y abstracciones —sobre todo en el uso de los colores y las manchas— en el que sobresalen tres características esenciales: auténtico sentido de nacionalidad; identificación de valores alegóricos a la cultura cubana; y la representación sublime de la idiosincrasia caribeña. En los “nuevos” trabajos de Delarra, descubiertos “a tiempo” —casi ocho años después de su repentina muerte— para estas celebraciones se distinguen el ingenioso oficio y la maestría del dibujante, quien vuelve con sus alegorías históricas a ganar la atención de los espectadores.

En estos cuadros que ahora ocupan el segundo piso de la Casa Bolívar —a tiempo aún de salvarse tras una necesaria reparación casi capital—, sobresalen las probadas —y poco reconocidas— cualidades artísticas del exigente estudioso de las fisionomías (tanto humanas como animales, especialmente de los gallos y caballos), del cuidadoso y certero manipulador de las formas, las líneas y los volúmenes; admirables dotes de estas obras que también trascienden por la gracia y la soltura de los trazos libres y voluntariosos, y por el ritmo encantador que se establece entre las figuraciones y las abstracciones, y el tránsito o fusión entre ellas.

El prócer, en las más disímiles representaciones humanas: apasionadas, posadas, amorosas, y bravías o gallardas, o cual valiente jinete en su heroico peregrinaje por la independencia de cinco países latinoamericanos, es recreado por la plumilla y el pincel del artista, en imágenes eminentemente figurativas que se extienden sobre fondos trabajados con un sentido abstraccionista, para crear distintas narraciones —algunas de ellas épicas—que evocan la magnitud y rebeldía de aquel grande de América.

En estas iconografías se confirma la absoluta libertad creadora del maestro, quien hizo con su obra lo que quiso hacer, ajeno a corrientes o tendenciosos criterios del arte “de moda”. Como en el resto de sus figuraciones abstraccionistas, establece en esta serie una suerte de juego con la psiquis del espectador; para lo cual antepone las emociones y los sentimientos sobre las formas, las líneas, las manchas… provocando un emotivo impacto visual.

En tales intenciones, evidentemente expresionistas, influyeron sus ejercicios como copista en el Museo del Prado, de Madrid, lo cual contribuyó a moldear el indiscutible estilo del maestro. Las piezas integradas a la serie Bolívar, a caballo con el Sol constituyen, en última instancia, vigorosos estudios del gesto, en proposiciones plásticas fluidas y líricas; construidas mediante un discurso del que también emana una extraña musicalidad que armoniza nuestras sensaciones.

En la ceremonia de apertura participaron el encargado de negocios de la Embajada de la República Bolivariana de Venezuela en Cuba, José Capella, oficiales de la Armada Venezolana, familiares de Delarra, periodistas, participantes en el Primer Taller de la Unión Latinoamericana de agencias de noticias, que sesiona en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí, y Lesbia Méndez, directora de la Casa Simón Bolívar.

* El 24 de julio también es el día de la Armada Venezolana y de la Armada Colombiana.

(Tomado de la Edición impresa, página 11)


jueves, 11 de agosto de 2011

De América soy hijo


Amplia muestra de obras realizadas por José Delarra son exhibidas por primera vez en el 228 Cumpleaños del Libertador de América y la celebración de décimo octavo aniversario de la Casa Simón Bolívar, desde el 24 de julio de 2011


Por Orlando Ruiz
La Casa Simón Bolívar acoge con regocijo imágenes singulares del Libertador en una serie pictórica hasta hoy desconocida. Entre el movimiento y la fuerza presentes en cada una de estas piezas el prócer se nos revela a través de una desprejuiciada interpretación, que no impide redescubrir su hombrada y ternura a través de colores y transparencias.

Como si habitara en el rejuego enmarañado de la tinta sobre la virginidad de la cartulina, Bolívar está escudriñándonos en estas obras hasta ahora no conocidas de José Delarra, el escultor patriota que pintaba también la historia y los héroes.

En su afán de descubridor y comprometido él mismo con cada hazaña que esculpía o atrapaba en el lienzo, el artista hurga en dimensiones diversas e imaginadas del insigne latinoamericano, que vivió –según José Martí- como entre llamas y como una llama él mismo.

Son 23 pinturas de mediano formato en que la imagen del Libertador es otra y la misma en su hondura de alumbramiento y desafío. Lo encontramos en ellas jinete sobre el fuego y las cumbres, genio meditabundo, hombre amoroso, ser humano de ímpetu de acero en el rostro y la mirada.

En Delarra, Bolívar está vivo, porque la muerte no se ajusta a su concepto de la estética, ni de la vida. De ahí que en cada una en estas gallardas y emblemáticas figuraciones haya una semántica alegórica; el artista adjudicaba esencial fuerza al color, rico en tonalidades representativas del Trópico, del Caribe, del que dijo una vez que era el color mismo de la vida.

Estamos ante la presencia de obras reveladoras de un expresionismo figurativo en que la carga de poesía y dramatismo atrapados en cada trazo descubren la pasión del hombre comprometido y la desenvoltura del artista que no temió al atrevimiento.