martes, 18 de octubre de 2011

La estatua de un gigante moral

Conmemoran 14 aniversario de la llegada de los restos del Che a Santa Clara



























Por Marelys Concepción Díaz y José Antonio Fulgueiras
De lejos o de cerca, la figura legendaria del Guerrillero Heroico, esculpida en bronce por los días y las noches de dos siglos aviva la imagen mítica de majestuosidad y misterio, que brota de los sitios sagrados por la divinidad de la historia, como las murallas incas del Machu Picchu en los Andes, en Perú, o la esfinge de las grandes pirámides de Gizéh, en Egipto.

El entorno se muestra sobrio y radiante a la vez, en una interpretación del arte y la naturaleza, de lo que fue en vida y gloria el Comandante de la boina y de la estrella.
Y es que Ernesto Che Guevara, aunque nunca se lo propuso y lo evitó a toda costa, lució grande y volcánico sobre todo lo que le rodeaba. Nadie sabe aún definir bien la razón de su encanto. Tal vez fuera por su caminar jadeante e indetenible por los vericuetos de la Sierra Maestra y la invasión de Orienta a Las Villas. Quién sabe si por su manera de surgir solitario de la escotilla de una tanqueta en plena Batalla de Santa Clara, o la hidalguía al desafiar una malaria en el Congo, o quebrar la vida sin sumisión en la Quebrada del Yuro, en Bolivia.
Dice Harry Villegas, su escota inseparable, que cuando entraron en Santa Clara en medio del fragor del combate, la gente abría las puertas y coreaba: «Che, Che» y luego le tendían la mano y conminaban, para protegerlo, a pasar al interior de sus viviendas.
Siempre trató de pasar inadvertido, pero jamás lo consiguió. Desde el momento que desembarcó en el Granma y se hizo firme en la montaña, los campesinos serranos comenzaron a hilvanarle una aureola de leyenda, salida de su condición de argentino dentro de una expedición de cubanos, del asmático que no claudicaba, del médico o del sacamuelas, y del primer comandante que Fidel graduó en la Sierra.
Por eso no se puede culpar a José Delarra de no conseguir el efecto de inadvertencia que proclamaba la Comisión Nacional de Monumentos (CODEMA). Para hacerlo menos gigante se desechó la idea de un inicio de colocar la estatua en la Loma del Capiro, y así evitar cualquier interpretación grandilocuente que pudiera contrastar con la sencillez de uno de los hombres más llanos y austeros que recuerde la historia.
Quizás la frase más profética la expresó el Comandante de la Revolución Juan Almeida en los momentos en que se edificaba la obra: «No se preocupen del tamaño que la hagan; la escultura del Che va a ser la escultura del universo».
Lo cierto es que con el devenir de lo años, se torna más impresionante la efigie del héroe, con sus botas y su traje de campaña, el fusil en una mano, el otro brazo vendado, y la mirada y los pasos hacia un rumbo de la América dormida por el hambre y la miseria.

Delarra, el artista...
José Delarra siempre había soñado con esculpir el monumento al Guerrillero Heroico. Por eso sintió un apretón en el pecho la mañana en que el comandante Víctor Bordón Machado le propuso la evangélica obra.
Entonces llegó a su recuerdo aquella carta, de 1967, que el le había enviado al comandante Juan Almeida diez días después de la caída del Che en Bolivia:
Dados los acontecimientos en que perdiera la vida el glorioso guerrillero Comandante Ernesto Che Guevara y como que los enemigos de la Revolución en América y el mundo intentaban enterrar y desaparecer, hundir en el mar profundo de los silencios su ejemplo de viril combatiente antimperialista, se hace necesario que nuevos hombres den un paso al frente. Aquí, compañero, está mi mano como escultor y como miliciano, dispuesto a empuñar el cincel y el fusil, dispuesto a plasmar en materia dura el ejemplo y la figura del héroe, dispuesto a vengar su muerte en el frente que sea necesario y en el momento que sea necesario. Estoy a disposición del Partido y el Gobierno Revolucionario. De usted atentamente, Patria o Muerte, José Delarra.
Aunque el artista ha esculpido múltiples obras en distintos puntos de la antigua provincia de Las Villas relacionados con el jefe guerrillero y su Columna 8 Ciro Redondo, el conjunto monumentario constituye su obra cumbre, su mayor satisfacción en el difícil arte escultórico.
Lo prueba en la modestia de sus palabras y en el regocijo que le brota del rostro en este mediodía soleado del 2002, en el que se dispone a revelar apuntes inéditos de la obra.
«Aleida me dio la camisa, el pantalón, el zambrán y la funda de la pistola. En Tropas Especiales hallamos un muchacho de cuerpo y estatura similar, y le pusimos la ropa original del Che. Buscamos un M-2 y una P-38, que al meterla en la funda del Che, cayó exactamente, así como una bayoneta y una granada, a la que le amarré un cordelito, pues siempre la tenía así. Encontramos una cantimplora y un par de botas iguales a las que usaban la gente de la Sierra.
Antes había hecho un trabajo de investigación histórica y contaba, además, con 200 fotos del Che. También tuve su mascarilla, que me dio un amigo. Este compañero ya murió y sería una indiscreción revelar su nombre, pues no lo podía hacer.
«Cuando hice la figura, estuvieron en el estudio la mayor parte de los miembros de la Columna 8. los últimos, Ramiro Valdés y Harry Villegas y Aleida March, quien fura su esposa y compañera de lucha.
«Todo lo hice bajo un rigor investigativo absoluto. La posición de la estatua del Che no obedece a una sola fotografía sino a muchas. Por ejemplo, tiene el brazo enyesado, pero no está metido dentro del cabestrillo. Eso demuestra el carácter del Che, que aun teniendo el cabestrillo, no lo usa. Lleva el fusil en la mano, no lo tiene al hombro ni apuntando. Es el guerrillero que está dispuesto a usarlo en cualquier momento. La ropa, ajada. En un bolsillo, el aparato para el asma y en el otro, los papeles. El brazo partido, no por habérselo fracturado en la batalla, sino porque el guerrillero lleva el hospital a cuestas. No es como los ejércitos castrenses. Aquí el herido tiene que seguir con su herida hacia delante. Va caminando en una dirección de 190 grados, que marca el Sur, y 10 grados al oeste que en esa dirección se encuentra Sudamérica. Va a su destino final».
Delarra arribó a Santa Clara con el proyecto de la escultura y la maqueta de todo lo que sería el complejo monumentario, con una visión plasmada de cada uno de los elementos que engranaría integralmente la sublime instalación.
«Tanto la maqueta como la escultura se modelaron en plastilina, se hicieron los moldes de yeso, y la escultura final se fundió en bronce. El monumento al Che posee una forma geométrica, con un gran relieve rectangular de 6 por 18 metros. Se observa la concepción áurea de la composición que inventaron los griegos. La forma de la base es un cubo rectángulo de tres por diez metros. Y el otro rectángulo –donde están el Che haciendo trabajo voluntario, los niños en la alfabetización y la carta que le deja a Fidel- posee seis por tres metros, y todo eso descansa en un rectángulo de 72 metros de largo, en el cual hay dos cubos de tres por tres metros. Todo este conjunto caracteriza la personalidad del Che: sólida, sencilla y muy definida».
Dice que él representó la figura del Che más allá de la propia escultura. El Guerrillero está simbolizado en los árboles, las palmas y los olivos que conforman el entorno, y en las recogidas de tornillos, planchas, tubos y piezas que hicieron los santaclareños en más de 500 mil horas de trabajo voluntario.
Concibió, asimismo, la escalinata para las actividades políticas y culturales. Esta forma escalonada permitió que hubiera espacio para Museo, y salones de Protocolo y Documentación, que ahora están en un edificio aledaño.
«En aquel momento –enfatiza- no pensé que pudieran aparecer los restos del Che, pero en realidad, el espacio existió. Un área de 900 m2, donde hoy descansan sus restos junto a los de sus compañeros caídos en Bolivia».

El día en que fueron a izar la estatua, Delarra subió solitario por un andamio trasero y se colocó encima del pedestal de 16 metros, tapizado con piedras de Jaimanitas y mármol verde. Desde allí comenzó a orientar al grueso mientras la mole de bronce le venía encima.
Muchos pensaron que se había vuelto loco, que el escultor iba a ser aplastado por su propia escultura. « ¡Bájese maestro!», le gritaban, mas él cerraba los oídos y abría más los ojos. En su mente bullía esta determinación: «Si se cae, me caigo con ella. Los artistas somos como los capitanes de barcos. Morimos o vivimos con nuestra obra».
El embrujo de la Plaza
Desde lo alto de la ciudad, con el mundo atrapado en su pupila y la fragancia del monte en el uniforme, el Che insta a continuar la lucha. Por eso el artista lo hizo acompañar de 144 figuras, que –en un mural a relieve y en expresión de movimiento- destacan a quienes combatieron junto a él en la Sierra y en el llano.
También le imprimen sobriedad y fortaleza al conjunto monumentario tres jardineras de ofrendas permanentes: una de ellas, con el texto íntegro de su carta a Fidel, y en las otras, se muestra al Guerrillero en el trabajo voluntario y la participación de la juventud en la obra de la Revolución.
Late la historia al paso indetenible de las columnas invasoras Ciro Redondo y Antonio Maceo. Basta escudriñar cada trazo del creador sobre la cubierta de mármol para percibir la huella de aquellos hombres desde Oriente hasta Las Villas, que aún conserva las últimas imágenes del combate en franco desafió al enemigo y a las adversidades. Camilo luce corajudo y sonriente; el Che, con su mirada tierna y enérgica, observa con gaucha admiración al hermano.
El Museo atesora sus más íntimas pertenencias. Allí está su abrigo, el de la famosa foto de Korda que ha recorrido el mundo. Se preservan múltiples etapas de su vida, que permiten desentrañar los valores de su extraordinaria personalidad a través de imágenes, fotografías, planos, documentos y objetos, ordenados, desde su niñez hasta el último disparo. Permanecen también los binoculares que utilizó en el Congo y el plato de campaña donde ingería la magra ración en Bolivia.
Un espacio pequeño y cerrado custodia los restos del Che y sus compañeros caídos en tierras bolivianas, desde el retorno del jefe de la guerrilla junto al primer grupo de su Destacamento de Refuerzo, como lo llamó Fidel aquel histórico 17 de octubre de 1997. El entorno puede evocar la selva, una cueva o un alto en el camino. Los arquitectos villaclareños Blanca Hernández y Jorge Cao asumieron el diseño del memorial; cambiaron la concepción de los espacios ya existentes en el edificio. Delarra realizó los 38 rostros de los héroes que están en las tapas de los nichos, así como los osarios de los 30 que ya se encuentran dentro de estos.
¿Cómo colocar los restos? Después de pensar y repensar la idea, Blanca y Cao decidieron no jerarquizar a ningún combatiente. Por eso usaron los mismo elementos, las mismas dimensiones; solo el Che – al centro, en la vanguardia- sobresale un tanto en volumen para destacar su dimensión de jefe, instando a que lo sigan los demás. Evitaron sobredimensionar su imagen, pues él nunca lo hubiera aceptado; sombra e iluminación tangencial conforman una estrella, símbolo e identificación de su grado militar.
A la distancia de 14 años, más de un millón de visitantes de distintas razas, credos y sexos han desfilado por este lugar sagrado; Francia, Alemania, Italia y España, con cuantías entre 20 mil y 70 mil turistas, ostentan las mayores cifras de arribantes a este recinto, que trasmite una sensación de infinitud, de eternidad.
Unos se persignan, otros adoptan posición de firme, en saludo al Jefe, al camarada. Las madres llevan a sus hijos para purificarlos y curarlos de la pandemia neoliberal y deshumanizante que intenta contaminar a la Tierra.
Este es el templo de la humanidad, el decoro y la dignidad.
La llama del fondo sigue eterna, y aún parece estar Fidel prendiendo la luz. Perduran un tramo de selva inexplorado y la mayor parte del universo por conquistar. El Che no se ha quitado e traje de campaña, y sus pasos, como a inicio, van en busca de la equidad, la razón y la justicia.
(Periódico Vanguardia, http://vanguardia.co.cu/index.php?tpl=design/secciones/lectura/portada.tpl.html&newsid_obj_id=25051)




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