viernes, 9 de julio de 2010

Bronce, espuela y cabalgadura









Entrevista con José Delarra, autor del complejo monumentario Ernesto Che Guevara, erigido en Santa Clara, Cuba, y donde reposan sus restos y los de sus compañeros de la guerrilla boliviana. Foto: Eduardo Mojicas.


Por Flor de Paz y Orlando Ruiz

Al referirse a José Delarra, la poetisa matancera Carilda Oliver Labra dijo hace más de 40 años: “trabaja con avidez insaciable, vive la escultura y la belleza, cada vez con más pasión y dominio, como todas las formas del universo. El escultor existe en él continuamente con ardor de vivir en cada instante. El joven Delarra es un profesional en el sentido más firme de la palabra. La escultura es para él una sed, un arma, es como el agua, un encuentro o una despedida de amor.”
Y Carilda no se equivocaba. Después de cuatro décadas, entre los artistas que han hecho faena mayor inspirados en la historia y el heroísmo del pueblo cubano, sobresale por sus obras ese mismo hombre, a quien con justicia algunos han calificado como cronista de la Revolución.
El protagonismo de Delarra dentro de la plástica contemporánea está demostrado, aun cuando no se conozca en toda su magnitud lo hecho por él dentro y fuera de Cuba. Han trascendido los enormes complejos escultóricos de las plazas de la Revolución erigidas en varias provincias del país; en el memorial General Antonio Maceo, como homenaje al jefe mambí caído en San Pedro; y en el mayor monumento al Che existente en el mundo, en torno al cual también levantó, en la ciudad de Santa Clara un gigantesco conjunto escultórico, modelo de las ideas creativas más cercanas al sentimiento popular. De igual importancia es el monumento a la historia de México erigido en Cancún.
“Las primeras figuras que esculpí en mi vida fueron una cabeza de caballo y un busto de José Martí. Fue como una premonición: durante toda mi existencia me he dedicado a hacer caballos y héroes. Pero ha sido la Revolución misma la que me dio los mejores instrumentos para consagrarme a esta vocación.”
Junto a las tantas peculiares virtudes de este artista está el ser quien más ha llevado a la escultura la imagen de Ernesto Guevara. Ya antes de la caída del emblemático revolucionario en Bolivia, Delarra le había dedicado una figura en terracota, en la cual aparecía junto al Comandante Camilo Cienfuegos. Después de la muerte del Che, este cobró presencia permanente en las realizaciones del escultor, hasta que en 1982 le llegó el encargo de realizar un gran monumento en su honor y colocarlo en la ciudad de Santa Clara.
“A finales de la década de los 60 del pasado siglo elaboré una serie de 15 ó 20 pequeñas esculturas que se reprodujeron en cerámica. Entre 1970 y 1971 realicé también decenas de imágenes diferentes del Guerrillero Heroico, multiplicadas posteriormente en ese mismo material. Esas obras se reprodujeron luego en bronce para entregarlas a cada uno de los diputados, cuando en 1976 se realizó la primera sesión del Parlamento cubano.”
Tres años después el escultor realiza el monumento de la primera plaza construida después de la Revolución: la de la oriental provincia de Holguín. Ahí aparece el Che de cuerpo entero, al lado de Camilo Cienfuegos y José Martí, en medio del panorama de la historia de Cuba que expone esta obra.
También en el monumento de la Plaza de Bayamo, la segunda villa fundada en la Cuba y donde se cantó por primera vez el Himno Nacional, está presente la figura del Comandante Ernesto Guevara.
En 1980 un bajo relieve del héroe cubano argentino asciende al cosmos como parte de los objetos que el astronauta Arnaldo Tamayo lleva en su viaje interestelar.
Internacionalista, como su pensamiento, las imágenes del Che creadas por Delarra están presentes en la geografía africana, en Luanda, donde en un monumento dedicado en 1990 a la hermandad cubano angolana aparece su efigie.
“Soy un hombre que viví en la época del Che, respiré el mismo aire que él: el del triunfo de la Revolución y de las ideas revolucionarias. Su espíritu e ideas de internacionalismo y desprendimiento me llenaron.
“Han dicho en ocasiones que soy el cronista de la Revolución, pero en realidad soy un hombre del pueblo con la capacidad de hacer obras plásticas, históricas y ambientales, pero revolucionarias. He expresado esas ideas a través de las figuras del general mambí Antonio Maceo, el apóstol José Martí (presente en una gran parte de su obra) y Máximo Gómez (el dominicano que dedicó su vida a la independencia de Cuba).
“Todas esas esculturas, dentro o fuera del país fueron levantadas con la participación voluntaria de la población. Eso también es un reflejo del espíritu del Che.”
Cuanto Delarra ha hecho es el fruto de un serio trabajo de investigación y de profundización de la historia, pero también de la técnica, de la ciencia y de la estética plástica y arquitectónica.
“Cada monumento ha requerido del trabajo multidisciplinario de muchos especialistas que han formado parte de su realización”, explica el escultor.
Una obra instalada en Nagazaki, como homenaje a las víctimas del bombardeo atómico norteamericano de 1945, y un monumento a la historia de México en este último país, también forman parte de esas ideas del Che, de Fidel y de Martí que han inspirado la creación de tan grandiosas obras artísticas en José Delarra.

El monumento al Che












“No esculpí simplemente al Che de Santa Clara, aunque tiene su brazo izquierdo enyesado, como en aquellos días. Este elemento también indica que el guerrillero lleva el hospital a cuestas; se hiere y continúa su camino.”
Es este quizás el complejo monumentario más grande que exista dedicado a un hecho histórico y a un personaje. Allí hay un monumento y un memorial. Cuando se produce el hallazgo de los restos del Che y sus compañeros el escultor modela también los rostros de los 38 combatientes caídos en Bolivia (bolivianos, cubanos y peruanos), y que reposan hoy en este sitio.
“La adecuación de ese espacio fue posible gracias a que al concebir arquitectónicamente el monumento original, habíamos previsto esos espacios para museo y salón de actividades.”
La escultura del Che de Santa Clara es de un realismo impresionante, mientras que otras como la de la Loma del Capiro y del Tren blindado, partes de ese conjunto monumental que abarca un área de 100 kilómetros de extensión, tienen una concepción geométrica no figurativa, porque “lo más importante es conseguir el objetivo que uno quiere alcanzar en cada obra, no qué estilo se utilice”, explica el artista plástico muchas veces denominado el escultor del Che.
Seis años de intenso trabajo, con la participación continua de los pobladores del lugar y un importante equipo de colaboradores profesionales culminaba en 1988 con el izamiento de la figura del Che, y la colocación en su pedestal.
“Fue un momento muy difícil, porque iba a levantarse una escultura de 20 toneladas a 30 metros de altura y su base tenía que quedar ajustada por 12 pernos (con una tolerancia de un milímetro) sin forzar ni estropear nada.
“En la medida que la figura se iba elevando, miles de personas se acercaban al lugar, como si las hubiésemos convocado. Hoy esa escultura es conocida en el mundo entero y visitada permanentemente por persona de todas las latitudes. Esa es una gran satisfacción.”

Pinceles en las manos del escultor

“Mi pintura es completamente distinta a mi escultura. Nadie puede identificar al escultor por el pintor o el grabador. Estas manifestaciones se diferencian tanto o más que la poesía y la novela. Puede haber un poeta incapaz de redactar una novela o un novelista que no pueda escribir un poema.
“Si me atengo a las características de mi obra me autodefino como un pintor colorista; cuando no me importa la tridimensión; mi pintura no es escultura ni dibujo coloreado, es pintura por sí misma.
“Al pintar recurro a tres temas fundamentales, la mujer, el caballo y el gallo. El caballo, lo mezclo subliminalmente con los mambises y la idea de la independencia. A veces el caballo deja de serlo para convertirse en hombre, como cuando viene a besar a una mujer. Mi gallo es el de corral, no el de pelea, es el que defiende su entorno y su gallinero. La mujer es el nexo entre todas esas cosas: el amor, la procreación, la inspiración, la sal de la vida.













De la colección mujeres, gallos y caballos. Óleo sobre lienzo.



“En la escultura no llevo esas mismas motivaciones, ni siquiera iguales temas. Puedo hacer caballos, mujeres, pero más concretos. La tridimensión que hay que darle no siempre permite dar paso a la ilusión óptica. Es volumen hecho, conformado, que se ubica en determinado espacio o contexto y en todo caso puede ser relacionada con los elementos que la circundan. Sin embargo, la pintura es poesía, simbolismo, sutileza. La escultura es la novela y la pintura es la poesía, los sueños. En mí ambas están indisolublemente unidas. Yo soy un escultor que pinta.”
(Publicado en la revista Habanera, del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos, 2001)

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